
Luis Mata Guillén
Comunicador
luismatagui@gmail.com
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El discurso del Presidente Arias el primero de mayo es prueba de que existen universos paralelos y que uno de esos se llama Oscarilandia. Tras cuatro años los logros que exhibe con orgullo don Oscar –no se puede esperar otra cosa del Sr. Presidente-- los viven los ciudadanos de ese mundo y no de Costa Rica y ya no digamos de Marte que es a donde gusta remitir don Oscar a sus críticos. Como tales disfrutes corresponden a Oscarilandia ni siquiera corresponde cuestionarlos.
Pero la realidad es como es y no como don Oscar quiere; en en el planeta tierra, propiamente en Costa Rica, las cosas son de otra manera. La fractura a la institucionalidad costarricense que –cual medalla bien ganada-- cuelga del pecho de la administración Arias Sanch

La sala cuarta ha dicho sí a toda consulta del gobierno y no a las de la sociedad civil
; el caso de crucitas ---y próximamente la gestión del director del OIJ para delimitar por interpretación jurídica lo que corresponde a una visión histórica y política en el caso autonomía universitaria--- sumada a las 14 leyes de implementación de Marco Vinicio Ruíz son muestra de una legalidad que insulta y lacera el alma nacional. La memoria es flaca en Oscarilandia pero no en Costa Rica: los casos de descarada intervención en contra de sindicatos así como del mundo cooperativo con la complicidad del Ministerio Trabajo son dos muestras – de muchas--- del desprecio de quien como candil de la calle se dice democráta, pero en la oscuridad de la casa no lo es; como en la canción de Pedrito Altamiranda el slogan preferido de algunos es “pa mi lo que te prometí y el pueblo pues...que se joda”.

La inseguridad y el miedo ciudadano son una percepción de los y las habitante


De seguro soy parte de la minoría que no ve con ojos color de rosa el panorama que pinta don Oscar; esa minoría que ve el descontento crecer y mostrarse de manera cada vez más violenta porque no confía –gracias don Oscar, socios y afines-- en una institucionalidad que se usó para imponer la pequeñez a nuestra sociedad; de esa minoría que no vende su dignidad por un estadio mientras le niega la visita al Dalai Lama con tal de no molestar a los nuevos socios de aventuras; de esa minoría que no se compra con consultorías y que una vez descubierta llama error a lo que es un horror.
Lamentablemente esa es la realidad que nos queda por más lindo que se pinte; es claro que aunque la mona se vista de seda, mona se queda; por acá a algunos y algunas no les tembló el pulso para lacerar el espíritu costarricense en donde hasta la Defensoría de los Habitantes fue un premio a la mediocridad. Nos prometieron la Costa Rica desarrollada del año 2000 y nos dejan la Costa Rica semi destruida del año 2010.
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